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Regresa el debate sobre áreas silvestres

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por Diego Martino – Dos recientes columnas de la revista Conservation in Practice (“Conservación en la Práctica”) se refirieron al concepto de lo silvestre (wild en ingles) y una vuelta a las áreas protegidas fortificadas para excluir a los seres humanos.

Estos dos temas están íntimamente relacionados, la idea de manejar áreas protegidas que excluyen a los seres humanos es una consecuencia de una determinada concepción de la Naturaleza. Bajo esa idea, la Naturaleza es silvestre o prístina sólo si el ser humano no ha modificado el ambiente y se mantiene en su estado virgen.

En la primera columna, publicada en enero de 2006, Jan Christensen (editor contribuyente de la revista) resume el debate sobre el concepto de silvestre comenzado por Bill McKibben con su “The End of Nature” (“El Fin de la Naturaleza”) en 1989 y continuado brillantemente por William Cronon en “The Trouble with Wilderness; or, Getting Back to the Wrong Nature” (“El problema con lo Silvestre; o, volviendo a la Naturaleza equivocada”; 1995). McKibben aseguraba que con el calentamiento global ya no quedaba lugar en el planeta que no fuera modificado por el ser humano, y que por ende lo silvestre estaba muerto. Cronon por su parte sostenía que al querer preservar una Naturaleza definida bajo una percepción particular y vinculada al concepto de lo silvestre, se estaban denigrando otras formas de naturaleza, que si bien estaba modificada igual seguía siendo importante para el ser humano y para la conservación.

Este debate era y sigue siendo de fundamental importancia para la conservación, ya que pone en tela de juicio el concepto de silvestre. Lo silvestre como prístino era una de las bases fundamentales de la conservación en décadas pasadas, particularmente en Norte América. Pero obviamente es un concepto problemático en América Latina, ya que ha existido presencia humana en todo el continente por milenios, y aún hoy en día muchas áreas protegidas albergan comunidades humanas.

Pero también es necesario relativizar el propósito de la conservación enfocada únicamente en áreas silvestres, ya que ésta debe aplicarse también fuera de esas áreas en el resto del territorio. La conservación es importante en zonas de muy baja modificación, pero también es necesaria en las zonas agrícolas y áreas urbanas. En zonas agrícolas tener en cuenta aspectos de conservación de la biodiversidad es fundamental ya que las políticas agrícolas pueden tener un fuerte impacto en la biodiversidad, como se evidencia con el creciente avance del cultivo de soja en el Cono Sur. En áreas urbanas también se debe proteger la biodiversidad remanente. En muchos casos en zonas urbanas se encuentran especies raras o incluso especies en peligro de extinción. Además la conservación en zonas urbanas puede ser de gran ayuda para la educación ambiental.

El concepto de silvestre está muy relacionado con la selección y el tipo de manejo de las áreas protegidas. En su última columna, publicada en abril de 2006, Christensen se refiere a una vuelta a las áreas protegidas basadas en la fortificación de sus límites para mantener los impactos fuera. Un reciente documento del Fondo Mundial para el Ambiente (GEF) cambia el énfasis de los futuros fondos de conservación de “uso sustentable en las áreas protegidas y zonas de amortiguación” a “sustentabilidad en las áreas protegidas”. Recordemos que este fondo financia muchos proyectos en varios países de América Latina. Al parecer, explica Christensen, este sencillo cambio significa que el criterio para dar destino a los fondos del GEF para proyectos de conservación cambiará de áreas protegidas que coordinan conservación con manejo comunitario de recursos naturales a áreas protegidas fortificadas.

Si bien los proyectos que relacionan áreas protegidas con desarrollo no han sido una panacea, la estrategia de “armas y cercos” como se conocía en África a los parques fortificados tampoco fue beneficiosa para la conservación. Sin el apoyo de la comunidad local es muy difícil que las áreas protegidas puedan sobrevivir. Es necesario buscar a toda costa la forma de unir las iniciativas de conservación con iniciativas de uso sustentable de los recursos naturales. Esto no quiere decir que ciertos espacios no deban quedar con muy limitado uso humano para asegurar la sobrevivencia de especies sensibles, pero no necesariamente desde la perspectiva de lo silvestre y prístino, sino por el reconocimiento de que ciertas actividades humanas son incompatibles con la continuidad de ciertas especies.

Es necesario por un lado dejar de lado conceptos de naturaleza que aíslan al ser humano de su entorno, y por otro lograr que la biología de la conservación no se aísle de las actividades humanas ya que tiene un importante papel que cumplir fuera de las tradicionales áreas protegidas.

D. Martino es analista de información de CLAES (Centro Latino Americano de Ecología Social).