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Ecología política de la conservación de los bosques

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por Eduardo Gudynas – Una reciente revisión científica sobre el deterioro de los bosques a nivel global, ofrece unas cuantas lecciones para los debates sudamericanos. Les comparto una reflexión haciendo un contrapunto de esa noticia y el caso TIPNIS, bajo el intento del gobierno boliviano de construir una carretera dentro de un área protegida repleta de bosques: el Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure.

No sé si el documento fue leído en los despachos ministeriales en La Paz, porque se publicó en Washington, en inglés y aborda la problemática ambiental. Pero deberían estudiarlo porque tiene muchas relaciones con uno de los más conocidos conflictos bolivianos, y que ocurrió precisamente sobre el TIPNIS.

Recordemos que uno de los elementos centrales de la disputa en el Isoboro Sécure giraba alrededor de los impactos que desencadenaría construir una carretera en un ambiente de bosques y humedales. El gobierno y los defensores de la conexión entre Villa Tunari y San Ignacio, sostenían que no entrañaba un impacto ecológico de envergadura, sus efectos serían acotados, y si los hubieran, podían ser remediados.

En cambio, muchas organizaciones locales, indígenas y ambientalistas, entre otros, señalaban que esa carretera era como si se fracturara el área natural en dos, y que a su vez, desde ella se generarían nuevos caminos y senderos que penetrarían aún más adentro de la región. Por lo tanto, la carretera tendría impactos directos originados por ella misma, pero además dispararía efectos ambientales y sociales secundarios que se multiplicarían en el tiempo.

Entre esos impactos estaba la llamada “fragmentación” de un ambiente original. Es el proceso por el cual los bosques son divididos poco a poco en porciones, a medida que penetran rutas, caminos o senderos, y con ellos se pierden enclaves naturales, se vuelven más comunes los incendios, o se instala el extractivismo. La fragmentación produce “islas” de bosques, divididas y separadas unas de otras.

Fragmentos y bordes

Una vez presentado el problema, podemos volver al reporte que se publicó en Washington. El documento fue preparado por un grupo de 24 científicos de distintos países, liderados por Nick Haddad, de la Universidad de Carolina del Norte (EE.UU). Está disponible en la revista académica Science Advances, y resume los conocimientos actuales sobre la fragmentación en distintos sitios del planeta. La revisión considera los dos efectos que están íntimamente asociados: Por un lado, la fragmentación en sí misma, cuando se crean “islas” de bosques, que como tienen superficies pequeñas ya no pueden sostener muchas especies. Por otro lado, las implicancias de la proliferación de los “bordes”, que son los límites que separan el bosque de ambientes no boscosos. Cuanto mayor es el número de fragmentos, se encontrarán más bordes. Estos están muy lejos de ser inocuos, ya que tienen muchos efectos ecológicos perversos, como por ejemplo hacer que predominen las especies que se especializan en aprovecharlos, y terminen desplazando a otras especies propias del corazón de la selva.

El reporte ha causado gran revuelo. Muestra que la fragmentación de los bosques ya es un problema grave y a escala planetaria. Así como tenemos al cambio climático global estamos ante una severa pérdida global de selvas y bosques. Además, el 70% de los bosques remanentes en todo el planeta tienen bordes que están ubicados a menos 1 km del “centro” de la “isla”. Por lo tanto, el efecto borde afecta a una enorme proporción de esas islas remanentes de bosques.

También se revisaron los experimentos de fragmentación, incluyendo el más antiguo, que está en marcha en la selva amazónica de Brasil. Los resultados confirman que cuando se divide el bosque original en “islas”, se reduce la riqueza en especies, y a veces la caída es dramática (hasta 75%).

Mirando esos hallazgos desde la problemática del TIPNIS boliviano, la información científica hoy disponible indica que la construcción de la carretera y su séquito de senderos y chaqueos, crearían grandes fragmentos. Con ello, poco a poco se empobrecería la diversidad de mamíferos, aves, árboles y otras especies. Las capacidades del bosque para regenerarse también se reducen cuando están fragmentados. Se vuelven más comunes los árboles y la fauna propia de los “bordes”.

No existe algo así como una “carretera ecológica” que pueda impedir estos efectos ambientales. Además, si se quiere evitar que se construyan nuevos senderos y caminos secundarios, habría que saturar el área de vigilantes, lo que haría económicamente inviable a todo el proyecto.

Debates y retardos

El estudio de Haddad aborda otra cuestión que tiene implicaciones en políticas ambientales y en los debates públicos. Encontraron que el deterioro de los ecosistemas por fragmentación no es instantáneo, y en algunos de ellos hay un componente de retardo. Esto no significa que no ocurra una caída en biodiversidad, sino que bajo ciertas circunstancias esas pérdidas se registran en lapsos de tiempo más largos a los previstos por los modelos ecológicos. Se han encontrado retardos en los números de especies extinguidas, en la reducción de migraciones entre “islas” de bosques, y en los indicadores de la funciones de los ecosistemas.

Esos retardos juegan su papel en las discusiones públicas. Recordemos que muchos de los que afirman que las carreteras y otras fragmentaciones son inocuas se refieren a estudios que indican que en los primeros años no se detectan consecuencias ecológicas severas. Lo que sucede es que en realidad están observando esa fase inicial del retraso en las extinciones y en otros deterioros en los bosques. Entonces, mientras un gobierno puede aprobar carreteras y rutas, serán los siguientes gobiernos, en el futuro cercano, los que deberán lidiar con ese desplome de la biodiversidad.

Ciencia y política

Concluyendo: este nuevo estudio científico le da la razón a unas cuantas voces que, tanto desde los trópicos, como desde movimientos sociales alertaron sobre los impactos ecológicos de construir una carretera en el TIPNIS. Confirman que esos efectos serán progresivos, ya que una vez que se permite la entrada de una carretera, le siguen caminos y senderos que aumentan la fragmentación y los bordes, con el deterioro paulatino de la biodiversidad. Y, por si fuera poco, sugieren que si un gobierno hoy aprueba esas obras, será en el futuro, otro presidente, otros ministros, otros gobernadores y alcaldes, los que deberán lidiar con sus impactos negativos.

En vez de menospreciar las alertas ciudadanas, o caer en simplismos de calificarlas como oposición política, habría que atender casos como este, cuando la ciencia les da la razón.

El texto está basado en un artículo publicado en el suplemento Ideas, del periódico Página Siete, La Paz (Bolivia), el 12 abril 2015, aquí…