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Francisco, el futuro de la casa común y la ecología integral

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por Ricardo Lagos – Expreso a la querida población de Ecuador, Bolivia y Paraguay mi alegría de encontrarlos en su casa” dijo el Papa Francisco a poco de iniciar su gira por este continente. Una frase simple y cordial, pero tras la cual hay una definición de fondo: hay alegría cuando los seres humanos pueden mostrar su entorno, su casa, en equilibrio con los fundamentos de la vida y el futuro. Equilibrio con el medio ambiente, al cual el Papa acaba de llamar a entenderlo en todos sus alcances.

Es simbólico que Francisco haya entregado al mundo su Encíclica Laudeate Si justo antes de esta visita a tres países con fuerte población indígena y con culturas originarias donde el respeto a la Tierra, a la Pacha Mama, es centro de su cosmovisión. Ha sorprendido a todos con ese texto que, si bien, es sobre el cambio climático, en su contenido profundo va mucho más allá. Apoyado en la certeza de lo que dice la ciencia y en las verdades de su religión, es categórico en señalar que el cambio climático es obra del ser humano y en gran medida por la explotación de los combustibles fósiles.

La fuerza de la argumentación del Papa es muy grande. Incorpora, además, el tema de la preservación del agua. ¿Cómo preservarla? ¿Cómo dar prioridad al agua para consumo humano? ¿Cómo señalar y cuidar este elemento que está llamado a ser lo que fue el petróleo en el siglo 20? Si es urgente reaccionar ante el cambio climático, si hay que preservar el agua, estamos hablando de esa espiral donde hemos entrado en la cual se degrada la biodiversidad en nuestro planeta. Y Francisco indica la región del Amazona, que se deforesta; la cuenca fluvial del Congo, que no se respeta; y el retroceso de los glaciares en el Polo Norte y Sur.

Por supuesto, este es un tema clave en el futuro de nuestra región, tanto para ella misma como para sus vínculos con el mundo. Sólo un dato: el Acuífero Guaraní es un reservorio de agua dulce que se extiende por debajo de la superficie de partes transfronterizas del Paraguay, Argentina, Brasil y Uruguay con un volumen de agua estimado de 37.000 Km3. Y por la superficie van los grandes ríos y sus afluentes, en las cuencas del Orinoco, el Amazona y el Rio de la Plata. Si a ello agregamos las reservas de los hielos patagónicos, se constituye un todo que llama a recibir esa reflexión del Papa con especial cercanía. Sobre todo si tomamos nota que al 2030 el 47% de la población mundial estará viviendo una fuerte escasez de ese elemento.

Francisco señala con gran convicción que la degradación ambiental obliga también a prestar atención a lo que llama la degradación humana. Es aquella derivada del vivir cotidiano de los pobres y excluidos de este mundo. Son consecuencia de esa otra contaminación: la que hace ciudades irrespirables, la que genera concentraciones urbanas con crecimiento desordenado, la que hace aparecer favelas y poblaciones callampas. Cuando el Papa vincula esa degradación humana con la crisis del medio ambiente, siembra las bases de lo que denomina una ecología integral, esto es un todo compuesto por la ecología ambiental, la económica, la social y la cultural. Una ecología de la vida cotidiana ya ineludible en el presente de cada uno de nosotros. Pero la historia no se alimenta sólo del presente. Y, en ese marco, el Papa introduce el concepto de la justicia entre generaciones. ¿Cómo hago yo en mi breve paso por la tierra para disfrutar de lo que recibí de mis antepasados, pero garantizar que el disfrute que yo tuve se lo dejo a las generaciones venideras? Es un típico tema de la forma cómo los pueblos originarios a los que visita ahora entienden su relación con los antepasados y el mundo que buscan dejar a los que vienen detrás de ellos.

En el texto de esta Encíclica predomina un espíritu que me atrevo a llamar “político”, entendido en el origen de la palabra: la polis y la vida de los ciudadanos. Es un claro mensaje sobre la “raíz humana de la crisis ecológica”. Sobre cómo se fue produciendo ésta y qué es lo que ha ocurrido en este mundo cada vez más globalizado como resultado de la nueva tecnocracia. A partir de allí cuestiona lo que llama el paradigma tecnocrático, que ejerce su dominio y subordina la economía y la política: “La economía asume todo el desarrollo tecnocrático en función del rédito, sin prestar atención a eventuales consecuencias negativas para el ser humano. Las finanzas ahogan a la economía real”. Dirá, citando Benedicto XVI, que “el mercado por sí mismo no garantiza el desarrollo humano integral y la inclusión social” y que “la política debe dar una respuesta entendida ésta como la expresión de la voluntad mayoritaria de los ciudadanos”. En otros términos, que la economía debe estar a su vez subordinada a la política.

Francisco se apoya en quienes lo precedieron en Roma para levantar la voz con energía nueva al tratar los grandes temas del siglo 21: ¿Cómo se crece sin destruir el planeta y sin aumentar las emisiones? ¿Cómo aprovechamos los recursos naturales preservando estos o sus beneficios a las generaciones venideras? ¿Cómo ese crecimiento lo hacemos sin dejar a millones de excluidos por el camino?

Tal vez no exista otra región en el mundo donde sus palabras puedan encontrar un eco más profundo. Son nuestras preguntas cuando aún estamos a tiempo de no cometer los errores que otros registran en su desarrollo avanzado. Y eso reclama una actitud: “La grandeza política se muestra cuando en momentos difíciles se obra por grandes principios y pensando en el bien común a largo plazo. Al poder político le cuesta asumir este deber en un proyecto de nación”. Y es también ese poder el que debe ejercerse a nivel internacional para resolver aquellos grandes desafíos como el calentamiento global del planeta y los efectos que este produce afectando la futura supervivencia del ser humano en nuestro planeta. Por ello, el suyo es un llamado urgente a cuidar nuestra casa común, ahora, cuando aún estamos a tiempo para ello.

R. Lagos es expresidente de Chile. Publicado en Clarín, Buenos Aires, 5 julio 2015, aquí …